.

.

viernes, 25 de junio de 2010

¡Sobre derechos y decoración todo el mundo sabe!

 Tajante, indignado, pero cierto, me comentaba el otro día un colega.

Siempre había intuido que hay una cierta predisposición popular para opinar sobre este tipo de labores pero la verdad es que nunca hubiera pensado que era algo innato a la raza humana.

No es raro encontrarse en una reunión informal con gente que expone públicamente sus necesidades sobre decoración. “Tenemos que cambiar la cocina y los baños…” “Estamos pensando en cambiarle la habitación a Luisito, que ya la greca de ositos me da no se que, cuando viene su novia a casa a pasar la tarde..” Ejemplos varios y de lo más dispares. Pero, eso sí, siempre con respuesta: “ ¿Ya sabéis a donde ir? Ir a tal sitio que a –nosequien- creo que le han dejado todo de maravilla”. “Llamarle a tal pintor,… que es el pintor de mi madre.” Como si su madre pintara cada dos días o fuera la reina madre y el susodicho luciera en su furgoneta el sello de proveedor oficial de la corona. Argumentos nada fiables pero que cuajan y que hacen extender un cierto caos en el que se mezclan todo tipo de personas con todo tipo de habilidades y que además, siempre se le añade un matiz económico que suele ser determinante: “Hay unos señores Moldavos que trabajan baratísimo, sin factura, viven en la propia obra, y trabajan sábados, domingos y lo que haga falta. Osea del todo fiables. O por otro lado te encuentras con: “Tal y cual son serios, discretos y puntuales” Vamos, la descripción perfecta para una funeraria.

Por otra parte, se encuentra otro tipo de personas. Gente que han dedicado un tiempo de su vida a estudiar para disponer de una capacitación legal para trabajar. Gente que se sigue formando para que las novedades, avances y corrientes le lleguen antes que a los demás. Gente que se establece en una estructura para que su labor sea más eficaz. Gente que tributa. Gente que cuándo habla no regala sus palabras. Gente que al opinar compromete su reputación. Gente que al hacer una oferta estudia las mejores opciones y determina cual es la más ventajosa. Gente que responde sus compromisos. En definitiva gente profesional.

La verdad es que yo cuando necesito contratar un servicio suelo ser más exigente. No llevo mi coche a que me lo arregle un señor que no hace facturas. Ni voy a la peluquería que es la de toda la vida de la madre de nadie (¡que pereza!). Ni únicamente me sirve que me digan que un médico es una maravilla, para confiarle mi salud. Ni por supuesto le entrego mi dinero a alguien que no se quien es ni de donde sale.

martes, 8 de junio de 2010

RANCHITOS en el trabajo.


No se si por extensión doméstica o por un afán de “domesticar” el espacio de trabajo aparecen frecuentemente los ranchitos.


Para su imagen pública las empresas gastan infinidad de dinero en campañas de publicidad, imagen corporativa y diseño de espacios sin tener en cuenta que en la distancia corta es donde se la juegan.
Todos nos hemos enfrentado alguna vez haciendo una gestión a una mesa-escaparate en la que el empleado generosamente compartía con nosotros todo tipo de detalles de sus personalidad: la botella de agua mineral sin burbujas, la caja de bolis bic cristal, la foto de los niños disfrazados en la fiesta del cole, la banderita del insuperable equipo de fútbol, el calendario del transportista habitual o el souvenir de conchitas de aquel pueblecito costero. Directamente proporcional al tiempo que se ocupa el puesto de trabajo y a la generosidad del empleado, dicha mesa estará más o menos repleta.
Los taxis, por ejemplo, hasta hace poco no era raro encontrar un espacio “decorado” al más puro estilo almodovariano tardío. O ese médico que lleva el bolsillo de su bata corporativa rellena de todo tipo de elementos de “merchandaisin”. Debo reconocer que este tipo de cosas me distraen y tengo que hacer un gran esfuerzo por reconducir mi atención. Una vez le conté a uno luciendo en su bolsillo 6 bolígrafos de propaganda y varios elementos más, seguramente innecesarios.

Algunas empresas, para determinado tipo de labores, han empezado a crear un sistema de trabajo realizando microespacios acotados mediante mamparas de una altura media que permite la comunicación visual.
Espacios versátiles que permite al empleado acondicionar su propio espacio según sus gustos y necesidades.
Estos espacios acotados, micro despachos, permiten el desorden dentro del orden. Según la necesidad se incorporan archivadores, cajoneras, armarios, baldas, porta documentos y gavetas. Los paneles se llenan de postits, fotos, gráficos o recuerdos. El espacio común permanece ordenado en una gran cuadrícula uniforme en la que cada espacio se reserva su propio caos.

Por último, un favor: deshaganse de las gomas que cubren el cubilete portalápices, no se aprecia correctamente la concordancia de ornamentos con el estilete abrecartas y el cortapuros. Por otro lado, elementos todos ellos en desuso desde la aparición de la ley antitabaco y el correo electrónico. Gracias.