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domingo, 3 de abril de 2011

OBRAS. CUESTIÓN DE OPINIÓN

Hoy me he levantado ácido.
Para los días como hoy suelo tener un cuaderno en el que escribo mis “acideces”.
Por pudor y para evitarme algún que otro problema no suelo hacerlas públicas. Pero hoy, y provocado por dos opiniones que me han pedido sobre un par de obras me voy a atrever a mojarme un poco.

Hace tiempo descubrí que hay una clasificación muy sencilla para distinguir a la gente:
Los que hacen y los que no.
Parece simple, sencilla e incluso insustancial, y por supuesto matizable hasta la infinitésima coma.

Los que hacen, suelen ser gente que se preocupan, que se esmeran, que cumplen, que arriesgan, que dan la cara, que se la parten, que se la dejan partir, que son generosos.
Que regalan, que ofrecen, que son pacientes, que piensan, que actúan, que imaginan.
Que improvisan, que no paran, que les va la marcha y que encima disfrutan.
Pobres.

En cambio, los que no hacen, son gente que no se esmera, no hacen más de lo que tienen que hacer. Que no cumplen, o si lo hacen es por que no tienen más remedio, por miedo a una represalia, un castigo o a perder derechos. Que no arriesgan. Jamás lo harán, eso no entra en sus labores ni en sus contratos. No dan la cara, por si acaso hay alguien que lo toma como una debilidad. Jamás se ofrecerán, por temor a que alguien lo acepte. Opinan por detrás, sin esperar respuesta directa, por temor a que la respuesta sea convincente. No son generosos, su tiempo y su dinero vale más que el del resto. Por ese mismo motivo si realizan un regalo, será por compromiso y jamás por agradecimiento. Buscarán cumplir con lo justo y si puede ser un poco por debajo, mejor, habrán sacado beneficio. Procurarán no pensar, para eso ya están las normativas, las reglas, los códigos, las leyes, las normas, y los reglamentos. Alguien ya ha hecho la labor de pensar antes por ellos. Sus actuaciones no son nunca inmediatas, necesitan su tiempo. Jamás entrará en sus planes improvisar. La improvisación es enemiga de la norma. Y además, crearía un peligrosísimo precedente. una imparable gran vía de agua. Su interpretación siempre es ley. Tienen métodos, contratos, derechos, márgenes, puertas, reuniones, acólitos, ventanillas, mostradores, jerarquías, secretarias, telefonistas y todo tipo de recursos para no tener que hacer, por lo menos, hasta que ellos determinen cuándo, cómo y por qué. No deben nada a nadie.
Pobres.

Pero el problema no es este. Ni mucho menos, cada uno elegimos cómo queremos desarrollar nuestra vida.
Lo malo es cuándo alguien que no hace, le da por hacer. Y ahí vienen los problemas. Acostumbrados a su estatus partirán de un método seguro de hacer, cumplirán absolutamente todos los requisitos. No improvisarán. Mantendrán un exigente orden en las labores. Establecerán las correctas relaciones personales. Buscarán beneplácito. Huirán de la crítica. No arriesgarán. Mantendrán un férreo control económico. Su timmig será británico y su cumplimiento germánico.
Pero sinceramente en mi opinión su resultado será rotundamente malo.