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lunes, 19 de septiembre de 2011

MINIMALISMO FORZADO

No creo que las diferencias sean para nada malas, ni mucho menos, pero existe una situación en la que esas diferencias pueden crear problemas de convivencia y es la incompatibilidad de gustos.

He oído hablar de ella como: Decoincompatibilidad.
¡Divertido el término!
Es más, en alguna que otra ocasión me he encontrado, muy a mi pesar, entrometido arbitrando en este tipo de decisiones.
La situación es más o menos la siguiente:
Todo va bien, se quieren, se llevan, comparten intereses laborales, hasta tienen los mismos ideales, comienzan a convivir. Pero los problemas aparecen cuando tienen que tomar la decisión de colgar el cuadro “Escena de campo salmantino” o “Vacío de colores sobre profundo infinito”.
Taladro en mano y con la escarpia a punto de ser ubicada la decisión se convierte en discusión.
El campo salmantino, escrupulosamente reflejado. Con su escueto tamaño, su extensa gama de ocres, sus toros jerárquicamente apostados, su cielo multicolor y su cobertizo infinitamente detallado. O el descomunal lienzo monocromo de discretas matizaciones e hipnótica profundidad.
Todo un duelo de argumentos.
Los dos con historia, interés personal, valor mercantil. Pero incompatibles.
“¿Este? o ¿ese?”, “¡El de Salamanca!” “¡No! Parece un calendario enmarcado” “¿Sabes que te digo? ¡Ninguno! Se queda así: ¡vacío!”.
Una vez más, la discreta escarpia gana y pasa a ser el único objeto consensuado del salón.
Minimalismo forzado.

Nota:
Quien dice cuadro, dice lámpara. Vencedora: la funcional bombilla encasquillada.
Quien dice cuadro dice cortina. Vencedora: la recatada persiana enrollable.
Quien dice cuadro dice color. Vencedor: el original (de origen) amarillo constructora.
Quien dice cuadro dice alfombra. Vencedor el reluciente barnizado parquet alto brillo.