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lunes, 13 de febrero de 2012

JUEGO DE ARQUITECTURA

Nunca fue santo de mi devoción, la verdad. Me gustan mucho sus dibujos, con ese aspecto clásico de representación en acuarelas monocromo, edificios integrados en paisajes urbanos con un cierto toque retro. Me pueden gustar sus casas uniformadas, proporcionadas, larguiduchas y con un cierto aspecto a restauración más que a nueva construcción.
Aunque soy más de lo nuevo, nuevo y lo viejo, cuidado. Me gustan más las antigüedades que las reproducciones. Me gustan más las vanguardias que las nostalgias.
Pero con lo que no puedo es con su edificio Art klass. Lo tiene todo. Repito: TODO.

De pequeño, yo guardaba en un saquito de tela azul, juguetes, muchos de ellos heredados. Principalmente piezas de madera haya, desgastadas, sobadas, con formas más o menos arquitectónicas, tejaditos, arcos, columnitas, alguna escalerita.. que mis padres con buen criterio iban ampliándome viendo mi afición por construir.
Piezas nuevas y usadas que pronto fueron mezclándose perdiendo la referencia a su procedencia.
Con la aparición del plástico, enseguida me echaron por Reyes un TENTE (para los más jóvenes: versión nacional del extranjero LEGO)  y un EXIN CASTILLO. Con sus almenitas, fosos, torreones, princesitas e incluso fantasmas. Para que los niños de entonces jugáramos a reproducir los castillos medievales. En mi caso, lo más parecido que tenía a mano era el de Butrón, o alguna casa torre capada. Cosas de la historia.
Pronto, todas estas piezas pasaron a engordar el saquito azul y a mezclarse ladrillos del Tente, arcos de madera, y sillares del Exin Castillos, Todos ellos acompañados de las princesas, fantasmas y algún que otra figurita más, de aquellas colecciones que salían en los sobres de chicles de a una pela.

Sólo hacía falta que lloviese para que volcara mi saco azul, y si no había distracciones, mi imaginación me podía hacer llegar a construir cualquier edificio que se sostuviera y que con orgullo al final de la tarde pudiera enseñar a mis padres. Por supuesto no dejaba de colocar las escaleritas de madera, los tejaditos, las ventanitas rojas del Tente, las almenas del Exin Castillos junto con algún irreductible galo haciendo de cariátide. Lo importante era poder hacer un “edificio” con puerta, lo más alto posible, con la mayor cantidad de piezas y que mis hermanos no lo tiraran.

Al Sr. Robert Krier,  no le supongo trabajando con su “saquito azul” pero la verdad es que cada vez que paso por delante de su edificio me recuerda a mis tardes de lluvia sentado en el suelo jugando con mi arquitectura y me entran unas ganas de comer pan con chocolate…

Por cierto; el saco azul acabó desfondándose y fue sustituido por un tambor de Colón.