.

.

domingo, 5 de mayo de 2013

PARANOIA CREATIVA


Se lo ruego doctor:
Cada vez me afecta más una gran presión sobre mi cabeza que irremediablemente me obliga a esgrimir mi lápiz y a ponerme a dibujar.
No son cosas sin sentido ni elementos oníricos que me lleven a pensar que entro en un estado de sueño o letargo. Se tratan de elementos reconocibles, ideas realizables, dibujos reales, o manuscritos legibles.
Manifiestos peligrosos que hacen que mi mente se retroalimente.
Conozco más casos, Doctor.
Nos reunimos en lugares públicos para contrastar nuestras ideas para ver lo que otros hacen. Nos regodeamos.
Admiramos a personajes que nos estimulan. Les alabamos y vitoreamos les seguimos y envidiamos. Estamos mezclados entre la gente. Somos vecinos de ustedes. Somos pintores, fotógrafos, bailarines, filósofos, arquitectos, diseñadores, artesanos, músicos, escritores, maestros y hasta grafiteros callejeros.
Nacimos marcados, estigmatizados. Somos portadores de un gen letal el cual ha querido ser debidamente interceptado desde nuestra infancia. Pero todos los métodos para neutralizarlos han fallado. Somos inmunes a las normas, a las Televisiones, a las tertulias, a las crisis, a los pesimismos y a los desánimos.
Muchos han podido ser bloqueados, desmotivados y convencidos. Aletargados, han sido dirigidos hacia otros estamentos. Han sido reeducados. Reintroducidos en la sociedad. En un mundo negro sobre blanco. Sentados en mesas, cargados de papeles, de renglones, de casillas, de documentos, de sellos,  de certificados,  de informes,  de impresos, de reglas, de normas, de reuniones y de comisiones. 
Aún así, muchos en la clandestinidad, siguen pintando, dibujando, fotografiando e incluso escribiendo. Siguen desarrollando ocultamente su vergüenza y esperan pacientes a que el tiempo los lleve a no ser objeto de necesidad y poder perderse a la orilla del mar con una caja de pinturas.
Los que hemos sobrevivido a la reeducación nos hemos hecho más fuertes. Algunos hasta se han revelado. Hemos hecho que la vida se desarrolle en torno  a nuestra obsesión: la necesidad creativa.
Algunos hasta beligerantemente vivimos de ello. Descaradamente no nos ocultamos y nos ofrecemos a los demás. Vemos a los gobiernos, a los poderosos, a los mandatarios, a los educadores, como a los enemigos de nuestra creatividad. Vemos en la sociedad a posibles victimas de nuestros  intereses. Les queremos  influir, mal educar, les queremos arengar y aleccionar. No nos mueve su dinero ni su poder, estamos inmunizados. Somos ambiciosos, queremos algo más. Queremos contagiarles, motivarles, ayudarles a despertar,  a desesperazarse, a levantarse, a reconocerse. ¡Queremos hacerles imaginar!
Somos un peligro para la sociedad
No estoy sólo, Doctor.
Somos muchos. Nos estamos armando de razones y de conocimiento. Estamos divulgando nuestras ideas, estamos creyendo en lo que hacemos. Y lo peor de todo: nada nos va a poder detener.
Estamos por todo el mundo. Nos intercomunicamos, nos relacionamos, somos imparables.
Nos alimentamos de esperanza, de ilusión, de ganas, de estima y de vanidad.
Estamos preparando a niños para que sigan nuestro camino. Para que cuándo a nosotros nos venza el cansancio ellos tengan la fuerza. Sabrán elegir, buscarán y utilizarán su arma más indestructible: la imaginación.
Por favor doctor, ¡reedúquenme! Seré mucho más feliz.